miércoles, 22 de diciembre de 2010

25 horas.

Tras reflexionar respiro ondo y comienzo mi camino por las solitarias y oscuras calles.
Mis pasos apagan las farolas dejandome arropado por el manto de la oscuridad. Sigo mi camino sonriendo sin aparente motivo, quizá maravillado por el pensamiento romántico que puebla mi cabeza. Un estruendo anuncia la llega de la tormenta y pronto una intensa lluvia se cierne sobre las calles.
Con su llegada mis pasos se tranquilizan, mis músculos se relajan y mis odidos se sintraen con el sonido que dejan mis dedos sobre una barandilla.
Mi camino se mantiene impasible y mis pies ahora mojados se deslizan torpemente. Una azulona luz surge en la oscuridad proveniente de una farola cercana, al acercarme a ella la miro fijamente, al mirarla mi cabeza muestra los rostrso de personas conocidas e importantes, por lo que vuelvo a sonreir mientras cierro los ojos y dejo que la lluvia limpie mi cara.
Al bajar la cabeza mis ojos me muestrar mis zapatillas embarradas y no puedo reprimier una nueva sonrisa de irnoía.
Finalmente llego a mi destido. Ahora aunque empapado no me hallo en la penumbra y me encuentro atechado.
El romantizismo del momento me hace pensar, que quiza no sea necesario un punto de apollo para mover el mundo cuando tienes 25 horas que aprovechar mientras él se mueve solo.

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